25 julio 2010

Abrió los ojos, de Pedro Sanchez.

Gracias a Pedro por pensar que su genial relato encajaba en 8negro.
Gracias por compartilo con nosotros y enhorabuena.
Enjoy!!!

Parte uno
el despertar


Abrió los ojos.
Pero el sueño se empeñaba en dictarle lo contrario. Y así, durante un período de tiempo casi infinito, acabó por despertar.
La habitación era espaciosa, pero no la reconocía. Si percibía, en cambio, un murmullo de voces al otro lado de la puerta, así como el ronco funcionamiento de un aparato a su izquierda. Supo que se trataba de un hospital.
No intentó mover su cuerpo, pues no sentía la necesidad. Ni siquiera podía recordar qué le había sucedido. Se contentó con observar el día a través de la ventana.
Fuera, el viento agitaba las copas de los árboles cercanos y una leve llovizna lo disfrazaba todo de gris. Una inmensa melancolía le atravesó el alma y de nuevo cerró los ojos.

Y así regresó, una vez más, a su gran sueño blanco, atravesando un universo sin color, sin dolor, y viéndose a sí mismo liberado de cualquier carga. Volvía a casa una vez más, con la despreocupación que supone la felicidad, pero esta vez intuyó que no era exactamente un sueño. Vio el blanco y supo que era real. Comenzaba a recordar.

- “ … Three, two, one… GO!!!

Su cuerpo en tensión, sus piernas y brazos preparados para el reto, el viejo mono ceñido a un pecho que no consigue contener un corazón desbocado. Son los últimos segundos antes de soltar una maldición y enroscar el puño del gas como si le fuera la vida en ello.
Recordaba el momento. Lo iba a recordar el resto de su vida.
El blanco era la sal.
Y entonces supo lo que había hecho.
Ahora todo cobraba sentido.
- “ … Three, two, one… GO!!!

Reconoció esa vieja Triumph, remendada, transformada hasta la obsesión, dura y leal compañera a lo largo de tantos años, respirando afanosa en el lago salado.
Dispuesta a darlo todo una vez más. Ella nunca le había traicionado.
Ahora podía recordar, y sonrió.


Parte dos
el encuentro


Las continuas ráfagas de viento hacían presagiar una fuerte tormenta. La luz del día se despidió en un santiamén y el color del cielo representó una majestuosa paleta de azules intensos tornándose en negro.
Comenzó a llover.
Dentro, en el taller de comprobación, donde se decidía quién corre y quién no, el estruendo ocasionado por el motor cesó de inmediato, y el silencio se hizo aún más tenso. El viejo se irguió con la dificultad propia de sus años y se rascó la frente, atónito.

- No había visto una cosa igual en mi vida. Colocar turbinas en cada uno de los dos cilindros, con sus válvulas de descarga y conseguir esa puesta a punto. ¿Crees que aguantará?

La pregunta, por obvia, no dejó de sorprender a Eric. Esperaba que ese viejo, apodado Speed, le censurara el invento. La experiencia de éste en carreras de sal era legendaria, y algunos de sus antiguos récords de velocidad aún se resistían. Cuando le llamó para echar un vistazo a su motor, alertado por la organización, pensó que no sería admitido, pues él era todo lo que necesitaba el jurado para otorgar los permisos de salida a pilotos y máquinas.

- No lo sé. He reforzado todo el sistema de lubricación, y también válvulas, pistones, cigüeñal, bielas. Debería aguantar. Pero nunca se ha probado en aceleración pura más de diez segundos.

- ¿Y el chasis?
- Es de fabricación casera. Ligero, pero muy resistente.
- Parece un buen trabajo. Ese cableado… esas soldaduras… me recuerdan a un viejo mecánico... umm, ¿este motor inglés, este chasis… los has modificado sólo tú?
- Allen, el preparador se llamaba Frank Allen. Yo he continuado con su trabajo.

El viejo Speed sospechó algo al ver la moto de Eric, pero no evitó una punzada en su interior al escuchar el nombre.
- Vaya, Frank Allen. ¡Cuánto tiempo!
Lo dijo en voz baja, casi sin darse cuenta. Y así, hablando consigo mismo, el viejo fue acariciando tubos, soldaduras y cables con evidente respeto, hasta recorrer todo el conjunto.
- Frank desarrolló aquella Vincent…como ha hecho con esta, pero poco después desapareció. Lo hizo tras ese desgraciado accidente y nunca le volví a ver. ¿Sabes dónde se encuentra?
- Nos dejó hace un par de años.
Eric percibió el dolor en sus ojos, ese dolor para el que no hay remedio, dolor de viejo, del que acompaña hasta la muerte. Y fue cuando de verdad se miraron el uno al otro. Y así hasta que el viejo Speed, tembloroso, abrió la boca en un supremo esfuerzo y habló.

- Frank era mi hermano.
Pasó una eternidad hasta que habló de nuevo, con voz rota.
- Entonces, tú debes ser…
- Eric Allen, señor.
El viejo lo escrutó, con calma. Luego, con movimientos calculados, fue bajando lenta y cuidadosamente la máquina que reposaba en lo alto del elevador. La observó detenidamente una vez más, masculló algo para sí y se dio la media vuelta, lentamente. Y ya no rompió su silencio.
Un trueno hizo estremecer el corazón de Eric.
La tormenta se había desatado con violencia.

Parte final
la esencia


Hubo un tiempo para construir, también hubo un tiempo para aprender, para sentir miedo, para huir. Pero ahora ese tiempo ha pasado. Ahora es tiempo de correr. De demostrar hasta dónde llega la voluntad y el deseo que nos lleva más lejos, más deprisa, sin otra razón que superarnos.

- “ … Three, two, one… GO!!!

La salida fue espontánea, como si un resorte hubiera lanzado hombre y máquina, y las velocidades entraban sin pensar, aumentando el ritmo con verdadero frenesí.
Los escapes dejaban tras de sí un haz de fuego y luz, como un cometa, mientras el proyectil en que se había convertido hombre y motocicleta se alejaba del mundo, como una bola inflamada. El sonido bronco, ensordecedor, lo envolvió todo a su paso.
Los brazos cumplían la misión encomendada a pesar de la cada vez mayor resistencia. Eric puso toda su alma en estos primeros metros.
Nunca había corrido así.
¡Gas, gas!
Una extraña sensación, mezcla de euforia y momentánea locura, le empujaba a seguir más y más.
Su cuerpo se acurrucaba sobre el depósito de gasolina en una posición increíble. Sus piernas casi colgaban hacia atrás, mientras pugnaban por fundirse al cuerpo de la montura, su rostro reflejaba toda una concentración de rabia y sufrimiento.
¡Volaba sobre la pista!
El motor aullaba en su esfuerzo y el hombre dominaba a la bestia.
Sintió una energía tremenda que estallaba en su puño derecho. En todo su interior. Y cómo ésta fluía a través de su cuerpo y desembocaba en cada elemento mecánico en movimiento, imprimiendo una furia desconocida en el viejo corazón inglés, sometiéndolo a su voluntad.
Y fue en ese preciso instante cuando sonrió.
Y entonces, y sólo entonces, entendió lo que el viejo Frank le explicaba cuando Eric era un niño.
Dejó de escuchar el aire, el sonido del motor. Todo esfuerzo, dolor y tensión fueron remitiendo hasta desaparecer.
Lo que escuchaba era tan sólo su propia respiración dentro del casco.
Todo cuanto le rodeaba desapareció para dar paso a la quietud más extraordinaria que nunca antes hubiera vivido. Se notó ingrávido, pues flotaba y se supo desnudo.
Y de esta manera fue hombre y fue sal, fue máquina y fue aire.

Fue paz.

Y cerró los ojos,
con el alma bien abierta,
cerró los ojos,
y de nuevo sonrió.


Para Alberto Tacco
Que cerró los ojos
con el alma bien abierta.

3 comentarios :

  1. Que bueno!
    Muy bien escrito!

    Incluso me parece tener algo de sal pegada en las suelas...

    Salud

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  2. Anónimo12:33 a. m.

    Excelente la escritura con hermosas metáforas.
    Felicitaciones.

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  3. GRACIAS POR COMPARTIRLO.Muchos motociclistas tenemos algun amigo que se puso las alas y nos estara buscando las mejores pistas para rodar los cielos juntos cuando nos toque.Honor y Gloria a nuestros motociclistas alados.

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Para nosotros es muy importante tu comentario, gracias!!!

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