19 enero 2010

Un dia de invierno. 9-10 Enero 2010.

Textos de Cienmandragoras y PuraVida.
Fotos by Trader.
"Cuando me pediste algunas palabras para 8NEGRO, que acompañasen a las fotos que disparaste en nuestro encuentro y relatasen el rápido y fugaz viaje a la cueva de Paco; lo primero que me vino fue el recuerdo de un agudo frío que dejaba sin movilidad todos mis dedos y la sensación pueril del niño que disfruta saliéndose con la suya. La suma de las dos las resumo en una fuerte sentimiento de “estar vivo”. Todo eso me llevó a recordar las aventuras que escribía Jack London en sus novelas, cuando describía a esos buscadores de oro en Alaska y sus aventuras sometidos a extremas situaciones, o a Buck; ese perro que cambió de la comodidad de un hogar a escuchar “la llamada” en las condiciones más adversas y primitivas.
Tengo que reconocer que hasta para mi es difícil explicarme qué es lo que me lleva a preparar el petate y la moto, e ir a recorrer un trayecto acompañado (junto a tus compañeros) de: lluvia, viento y nieve. Pero sí se, que estos fenómenos incontrolables son los que nos marcan las normas, y somos nosotros los que encontramos en la superación de ellas, experiencias gratificantes y enriquecedoras que hacen del viaje algo más que un simple desplazamiento y lo convierten en una pequeña aventura que nos aparta de la rutina diaria y nos deja recuerdos y experiencias que para mí marcan la diferencia entre vivir y VIVIR.

En el momento que entiendes esto es cuando eres capaz de apartar todo pretexto y embarcarte sin peros en un viaje que te ofrece como recompensa la superación propia, la experimentación, el descubrimiento y el reencuentro a lo primitivo.

Este viaje para mí fue la breve historia con claros y oscuros, de tres pilotos sin miedo a lo que pudiese hacernos unos cuantos copos de nieve.

El resto de la historia se la dejo a Paco". -CIENMANDRAGORAS.



************

"Un día de invierno.
La nieve de varios días permanecía en el paisaje, y este, por momentos, se mostraba ante mis ojos inaccesible y lejano; las circunstancias no eran las mejores para hacer un viaje en moto, tal vez lo mejor hubiera sido dejarlo para otro momento, permanecer calidamente instalado en el calor del hogar ahora que los peores días del invierno estaban entre nosotros.
El frío era polar y el gélido panorama se dejaba ver cristalinamente desde la ventana que, desde el calido rincón de mi habitación, contemplaba mientras miraba las webs de Meteored y eltiempo.net.
Irracional es la conducta que me estaba poniendo a prueba, y que no iba a impedir tener unos días de diversión junto a mis amigos y nuestras motos. Ya estaba decidido, saldríamos la mañana del sábado.
Los Tritones partiríamos hacia el Sur; y esta vez el sur era una tierra infinitamente blanca, y helada, hasta donde la memoria puede recordar.




Las tierras altas.
El paisaje que imaginábamos comenzó a hacerse realidad mientras lanzábamos nuestras Triumph marchando paralelos a la sierra de María. La visión de esta mole de piedra completamente nevada me excitaba y hacia que dejara de importarme el frío que entumecía mi cuerpo; recordaba, mientras mis ojos miraban fijamente las 5000 Rpm que daba el motor de mi Bonneville, los años de colegio cuando vivía en Pozo Alcón, las nevadas que allí conocí, y que ahora recordaba fugazmente por alguna extraña razón. El dolor en las yemas de los dedos comenzaba a hacerse difícilmente soportable, pero hasta la adversidad era curiosamente divertida, se iba con unos corajillos, o permaneciendo bajo aquella especie de invernadero del bar del embalse del Negratin, que nos permitió tomar el sol mientras contemplábamos como las nieves desafiaban el altiplano de Zujar, convertido ahora en una montaña que sobresalía en la llanura de aquella tierra granadina.
Ahora me encontraba con mis amigos Javi Paparazzi y Cienmandragoras, asaltado por candidas visiones de la infancia, que desaparecían rápidamente al aumentar con un golpe de gas la velocidad de mi Bonneville.
Ante la ausencia de otro ruido que no fuera el de mi respiración, el motor bicilindrico de la Triumph producía ese sonido bestia que solo los que lo han probado saben de que estoy hablando, y que pese a ir rápido sentía como me tenía reservado algo salvaje que procuraba tener domesticado; por algo esta moto se había convertido en una leyenda.
Todas estas cosas me proporcionaban una escalofriante sensación de bienestar mientras mi cuerpo se balanceaba en el trazado de las curvas que nos adentraban en la provincia de Jaén.


Paraguas sonico de motor bicilindrico.
El frío colapsaba mi cuerpo, y tuvimos que hacer aquellas cortas paradas donde no dejábamos de reír , en las que hablábamos mientras sacábamos fotografías con la 7D de Javi; tratábamos de entrar en calor bebiendo alguna cosa caliente mezclada con no se que "agua de los floreros".
Eran momentos en los que no importaba el orden de las cosas, teníamos todo el tiempo del mundo para pasarlo bien, y eso es lo que hacíamos.
A media tarde, estando muy cerca de llegar a nuestro destino, la carretera empezó a ser complicada; muchas curvas, nieve, y hielo por todas partes.Estabamos junto al río Turrilla ,a orillas de la carretera que da acceso al puente que recibe el nombre de dicho río, y que es probablemente uno de los más bonitos de España. La carretera se insinuaba entre acantilados y terrazas plantadas de almendros hasta encontrar el río. Allí, junto a la tierra roja y arcillosa, ebrios de serotonina y estimulados por el sensacional paisaje de aquella brecha abierta en la tierra, descendían todas las aguas rojas que la tierra no era capaz de retener.



Emmanuel comenzó a meter nieve sobre el motor encendido de su moto produciendo nubes de vapor mientras se desacia, y ya convertida en agua chorreaba por todos los huecos del motor. Un éxtasis general hacia que nuestros cuerpos se moviesen con orden y ritmo, como en una partitura. Las risas era el presagio de algo grande. Un poco más adelante llegaríamos a nuestro destino. Quedaba superar el último obstáculo: un camino de barro que era la entrada a la cueva donde pasaríamos la noche: un minimalista hueco escavado en la tierra arcillosa, pegado a la ladera, en la cara sur que da entrada a la sierra de Cazorla, desde donde se contemplan las huertas y los campos de olivos del pueblo de Hinojares, allí donde nací.
Pero había que llegar, el terreno arcilloso era impracticable y solo pudo ser superado por la Scrambler de Javi; del surco que iban dejando sus Metzeler de grandes tacos saltaban trozos de arcilla a seis metros de altura y sucedió que aquella Triumph se colapso; pocas horas después él también se colapsaría, cuando no quedasen más floreros, ni rastro de agua en ellos.





La vía Láctea.
Cuando todo esto sucedía ya estaban con nosotros Emilio Integralle, Trader y Alfredo Yeito; habían llegado en "la bestia parda", el Megane de Emilio, y con ellos nos esperaba una estupenda cena y algo de juerga frente a la gran lumbre de troncos de olivo que nos esperaba en la cueva.
Bajo un cielo estrellado la vía Láctea nos acompaño aquella noche, y nos dejo perplejos con su brillantez, la nieve cubría la tierra y en medio de una noche sin luna, la luz se proyecto en aquel paisaje nevado, y nos hizo pensar en la belleza que de haber obedecido a la sensatez no habríamos disfrutado. Volveremos.
- PURAVIDA

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7 comentarios :

  1. Buenísimo el post y me quito el sombrero ante el autor de las fotos, porque a los que nos gusta la fotografia, sabemos la pereza que da sacar la cámara con esas condiciones; amigo, gracias por compartirlas son muy bellas.

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  2. Gracias Carlos!!! Me alegro de que te gusten....
    Un saludo!!!

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  3. Espectacular post. Sinceramente, creo que las fotografías son de una gran belleza, con una atmósfera alucinante y el relato muy bueno. Mi enhorabuena, no sólo por cabalgar, sino por compartirlo.

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  4. ¡Genial! Al leer la historia me he retrotraido a una aventura que pasé con unos compañeros hace ya unos años, por la zona de Teruel, un frio mes de octubre y en el que estuvimos 3 días recorriendo carreteras secundarias con nuestras máquinas bajo una fina llovizna interminable que nos acompañó durante todo el viaje. Una noche acabamos durmiendo en la cabaña de un pastor, con los sacos de dormir y fue cojonudo. Entiendo esos momentos de maldecir que carajo haces allí con la que está cayendo, pero después te paras a pensar y sabes lo afortunado que eres por poder sentir esa experiencia en la piel.
    ¡Saludos!

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  5. Grande 8Negro!!

    Pequeña Bitácora de nuestras vidas.

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  6. Me encanta leer relatos así...y que decir de las pedazo fotos!! Muy buenas!!! Salu2

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  7. Gracias Moth!!! Eres muy amable.

    Un saludo!!!

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